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Litio en Jujuy: Voces a favor y en contra

In Malas Viejas on 30 noviembre, 2010 at 10:00 AM

Por José Luis Politi

desde Jujuy

El pasado 16 de noviembre, la Comunidad de Santa Ana de la Puna, del departamento jujeño de Cochinoca, presentó en el Juzgado de Minas un acta-documento en el que expresa su rechazo a lo que calificaron como “mega emprendimientos mineros”.

Los descendientes de los pueblos originarios, alegando derechos constitucionales, rechazan la explotación de litio en los salares, la oferta de cualquier compensación económica y exigen la nulidad de todo proyecto minero a gran escala que ya esté funcionando y los futuros emprendimientos.

El documento presentado en el Juzgado de Minas fue consensuado en el marco de la Mesa de Pueblos Originarios conformada en agosto pasado con el objetivo de fortalecer la oposición de las comunidades de la Puna a la posible explotación de Litio en las Salinas Grandes y la Laguna de Guayatayoc.

En tanto, otro grupo de comunidades de Jujuy y Salta, representados por la abogada Alicia Chalabe, está trabajando en la presentación de un recurso de amparo directamente ante la Corte Suprema de la Nación.

Los pobladores de la Puna se apoyan en informaciones y estudios que muestran que la extracción de litio requeriría el bombeo de miles de litros de agua al día de los mantos subterráneos de los salares, que luego son evaporados para obtener el mineral, lo que redundaría en un consumo diario de entre 33 y 35 millones de litros de agua dulce.

Reinvindicando esas regiones como ancestrales fuentes de trabajo, los pobladores originarios de 18 comunidades comenzaron a organizarse cuando surgieron los primeros rumores de que se instalarían compañías extranjeras en las zonas de los salares para extraer litio.

Frente a la confirmación de esos datos, presentaron pedidos de informes al Juzgado Administrativo de Minas de la provincia, donde están asentados cuatro pedimentos de explotación de litio en la región, que estarían aprobados ya por el gobierno de Walter Barrionuevo.

Los trámites dan cuenta de cuatro pedimentos: de la australiana Orocobre Limited, asociada a Toyota (53.000 hectáreas en Olaroz); de la canadiense Dajin Resources Corp. (130.000 hectáreas en Salinas Grandes y Laguna de Guayatayoc); de la canadiense Lithium Americas Corp, asociada a Mitsubishi (34.628 hectáreas en Cauchari y Olaroz), y de Rodinia Lithium (4.500 hectáreas).

En total, habría algo más de 220 mil hectáreas afectadas para la explotación de litio en la puna jujeña. De estos cuatro pedimentos, sólo el de Orocobre está en marcha. En enero pasado se hizo pública la iniciativa de la automotriz Toyota para la extracción de litio en Jujuy, a través de la minera australiana Orocobre, en el Salar de Olaroz.

En su presentación ante la Secretaría de Minería de la Nación, Orocobre estima que la inversión final del proyecto alcanzaría los 400 millones de pesos, y que crearía entre 160 y 200 puestos de trabajo directos, y prometió que esa cifra llegaría al millar sumando los puestos indirectos. El plan prevé el inicio de las tareas extractivas para 2012.

La firma australiana estima un potencial de producción de 15.000 toneladas anuales de carbonato de litio (unos 72 millones de dólares) y 36.000 toneladas anuales de potasio.

En enero de 2010, Orocobre estableció un convenio con Toyota Tusho, una compañía del grupo Toyota, para desarrollar el proyecto Olaroz. Toyota Tusho provee 4,5 millones de dólares para financiar el estudio definitivo de factibilidad, que se espera esté completo en 2011.

En ese momento, Toyota Tusho adquirirá el 25% del emprendimiento. Toyota lidera a nivel mundial la producción de automóviles con motores híbridos de nafta y electricidad.

¿Por qué litio?

El litio es un insumo clave en la fabricación de baterías de ion de litio, que son las que se usan en teléfonos celulares, notebooks y otros artículos electrónicos. El mercado mundial de baterías de ion de litio para autos viene experimentando un crecimiento descomunal: de 32 millones de dólares en 2009, se estima que superará los 21 mil millones en 2015 y los 74 mil millones para 2020.

El triángulo formado entre el norte de Chile (salares de Atacama), sur de Bolivia (Salar de Uyuni) y la región de la Puna en Argentina (que comprende las provincias de Salta, Catamarca y Jujuy), alberga las principales reservas de litio en el mundo. En esta última zona de la puna argentina, todos los salares están ya concesionados, a través de diversos convenios ligados a distintas formas de explotación.

Se calcula que solamente el Salar de Uyuni concentra la mitad de las reservas de litio del mundo. Según datos de 2008, Argentina produce 3.200 toneladas anuales, ubicándose en el tercer lugar después de Chile y Australia.

La legislación argentina no establece ningún tipo de restricciones para las concesiones a empresas extranjeras en el campo de la explotación minera.

Dudas y críticas

Sectores ambientalistas y ligados a comunidades originarias del norte argentino llaman la atención sobre las consecuencias negativas que tendría la extracción del litio de los salares.

El litio es altamente inflamable y explosivo cuando se expone al aire y al agua. Por lo tanto, es muy peligroso su transporte. Tanto, que varios sindicatos de aviación en Europa y Estados Unidos pidieron que se prohíba el transporte de baterías de litio en los aviones.

Por otra parte, la extracción de litio de los salares requiere el bombeo de miles de litros de agua al día, que se evaporan para obtener el mineral.

Si bien los estudios no proveen información precisa sobre esta cuestión, la experiencia ya está demostrando que las preocupaciones no son injustificadas: la planta que ya está operando la canadiense Marifil en Catamarca consume entre 30 y 40 litros de agua por segundo, y por día unos 3 millones de litros.

En enero pasado, al conocerse públicamente el inicio de los trabajos en el salar de Olaroz, algunas voces provenientes del ámbito técnico y académico alertaron sobre los problemas que podría acarrear el emprendimiento.

Rodolfo Tecchi, miembro del Directorio de la Agencia Nacional de Promoción Científica, advirtió sobre las condiciones desfavorables para la provincia: “Es como si nosotros tuviéramos el único alimento disponible para las gallinas de los huevos de oro para los próximos quince años y nos pusiéramos contentos porque el dueño de las aves nos quisiera comprar el producto. Acá hay mucho en juego y lo que se debería concretar es una asociación mucho más ambiciosa y conveniente para Jujuy. Deberían traer alguna de las gallinas a Jujuy y compartir el desarrollo”, declaró a medios locales.

En este sentido, reclamó que el gobierno provincial trabaje en la radicación de industrias con tecnología de punta, en las que aplicar el uso de las sales de litio.

Por otra parte, llamó la atención sobre el posible impacto ambiental que tendría la explotación de Olaroz, sobre todo en lo referido a la provisión del agua necesaria para el proceso: “No sabemos si las empresas interesadas en la extracción están dispuestas a resignar buena parte de sus eventuales ganancias para preservar el ambiente y compensar a la Provincia por el consumo de un recurso tan crítico como el agua, más allá del exiguo 3% que pagarían en concepto de regalías, ya que hace tiempo a algún iluminado se le ocurrió disminuir este impuesto”.

Política de Estado

El gobierno de la provincia de Jujuy ha encarado un plan minero estratégico, en cuyo marco creó la sociedad anónima Jujuy Energía y Minería (JEMSA), con participación estatal mayoritaria, a la que también se oponen las comunidades de la Puna que presentaron un documento de rechazo ante el Juzgado de Minas.

De todos modos, la existencia real de esta empresa se limita hoy a un anuncio de Barrionuevo, cuando se inicio el periodo de sesiones ordinarias de la legislatura local, ya que, en palabras del Director de Minería y recursos Energéticos, Martín Sánchez, “hay un expediente que está durmiendo el sueño de los justos”.

Según Sánchez, el objetivo del gobierno provincial es encarar un proceso de industrialización en Jujuy, en complementación con un proyecto de ley de radicación de parques industriales, para convertir materia prima en producto con valor agregado.

El principal objetivo del gobierno de Walter Barrionuevo es “facilitar la inversión privada y reducir para el inversor los riesgos relacionados con la actividad minera”, para lo cual promete, entre otras condiciones, “regímenes fiscales que provean un retorno adecuado a los inversores y una participación justa al gobierno, y acceso al intercambio con el exterior a tasas razonables, para la repatriación de dividendos así como para las necesidades operativas”.

Fuente: Notio Foto: El Libertario

Historias de viaje: «El Ingeniero»

In AguaSuaves, Contreras, Exclusivos on 19 julio, 2010 at 4:37 PM

Por José Luis Contreras

Como empezar a escribir de nuevo una historia es difícil, complicado. ¿Pero por qué es difícil?  Es difícil encontrar la historia indicada, ese instante que nos marque para siempre.  Todos los días pasamos por situaciones que consideramos intrascendentes, por que son comunes, rutinarias, repetidas. Y escribir lo repetido, aburre, nos cansa a todos y por eso quizás no escribimos, o nos cuesta escribir a aquellos que hacemos el intento.

Yo soy uno de ellos que hacen el intento de escribir, aunque me cueste, y trato de que mis vivencias no queden guardadas en las carpetas de mi PC. Claro es difícil encontrar la historia indicada y ahí está la complicación de mi tarea.

Crónicas anteriores hicieron referencias a un viaje. Viaje que inicié hace más de un mes a mi provincia natal Jujuy.

Les conté sobre los preparativos para viajar desde San Salvador de Jujuy hacia Abra Pampa un pequeño pueblo de la Puna, historia en la cual los protagonistas fueron mis padres y su frase “abrigate, cuidate, llamanos”. Luego escribí una historia en la cual un «compañero de viaje« me traslado al tiempo de los ancestros y sus  “huacas”.

Llegué a Abra Pampa, una localidad en el centro de la inmensidad puneña, a más de 3800 métros sobre el nivel del mar y que me recibió con la imponencia mística de su cerro El Huancar y su ladera de arena, El Huancar del Carnaval y de los misterios, duendes y diablos.

¿Pero que me llevó por este lugar? La respuesta es tan simple: encontrarme con historias y vivirlas. No al estilo de un mochilero de clase acomodada y que inicio un viaje de “bajo presupuesto”, pero que al quedarse sin dinero llama a sus padres para que le depositen dinero en el cajero de un pueblo alejado de Jujuy. Con una paradoja tan fuerte como reflexiva.

El lugareño de esos pueblos espera retirar del cajero  su plan social para sobrevivir. Centro de discusiones y debates en diversos círculos de nuestro país. No es que tenga nada en contra de aquellos jóvenes que románticamente salen a recorrer el país y sus puntos extremos, pero siempre me nace la pregunta al verlos por estos lugares: ¿que te lleva a estar por aquí? ¿Sabes que es lo que se vive por estos lares? Y estas preguntas me llevaron a estar por estos rincones. Porque para preguntar a otros, primero hay que preguntarse uno mismo y luego buscar las respuestas.

En Abra Pampa estuve en el humilde hogar de Doña Dorita Velazquez, quién con sus 70 años, gentilmente me abrió las puertas de su casa de adobe, cocina con piso de tierra y techos de chapa, allí monté mi centro de operaciones, donde todos los días salía  a recorrer el pueblo, con mi cámara  y trípode en mano. Recorrer las calles de este lugar me hizo conocer la realidad que vive mucha gente, su día a día, su cotidiano.

Las calles de este lugar hablan, transmiten, comunican. Son calles de tierra que transportan el viento frío y la tierra, que sin piedad golpea los rostros del abrapampeño. Son calles que preguntan al forastero por la vida misma y que muchas veces no encuentra respuestas en ellos.

Mientras transcurrían los días, muy fríos para la época del año, (llegando hasta los 10 grados bajo cero en los momentos más críticos para mí), me fueron sucediendo situaciones particulares. Ese recorrido cotidiano de calles me llevó por los murmullos de la inquietud y de la ansiedad de los lugareños.

La gente por la calle me saludaba, los autos me tocaban bocinas, las doñas esbozaban sonrisas al pasar por mi lado, los comerciantes de la nada sacaban monedas para los vueltos de mis compras, que no pasaban de un cigarro suelto o de pocos gramos de queso  y pan, mientras yo miraba extrañamente el cartel de las puertas de los negocios que decían: “no hay monedas, pague justo, por favor”.

Por la ruta 9 que atraviesa todo el pueblo, los jóvenes en la esquina de la estación de servicio, me miraban como esperando que yo los llamara, para algo y yo no sabia para que. Todo esto mientras caminaba solo con mi chaleco amarillo, mi pequeña cámara y su trípode. ¿Por qué me saludaran? era mi pregunta, ¿que esperan de mí? Los días trascurrían y la postal era la misma: saludos, bocinas y miradas.

Hasta que un buen momento un hombre en la puerta de su casa y con un cigarro en la mano me dijo:

-¡Ingeniero!

Yo pase, sonreí  y continué camino.

-¡Ingeniero!!!”, sentí de nuevo..

-¡Ingeniero! siento a mis espaldas.

Giro y vuelvo a donde estaba aquel hombre que me confundía con alguien, me acerco extiendo mi mano para saludarlo y me pregunta:

-¿Ingeniero, por acá va a pasar el gasoducto?

Sonrío un instante y le repregunto:

-¿Disculpe como dice?

El me responde

-Le pregunto si por acá va a pasar el gasoducto, como vi que estaba midiendo.

En ese instante, en mi cabeza se produjo un “flash back” de pocos segundos y recordé los saludos, las bocinas, los vueltos de monedas, las miradas esperando un llamado. Recordé una breve charla con un joven mientras almorzábamos al lado de una cocina a leña, que me contaba sobre su situación laboral de desocupación, pero que esperaba ansioso el llamado de “¡la gente del gasoducto, de los ingenieros… para cavar pozos!!!”. Mientras recordaba todo eso y aquel hombre que me llamaba “Ingeniero”, continuaba hablando, comencé a sujetar fuertemente mi cámara y trípode, como si hubiera encontrado la respuesta en estos objetos.

-¿Sabe Ingeniero, como estamos esperando el gas?- me dijo mientras miraba mi trípode con la cámara a cuestas.

En ese instante regrese de mi breve lapsus, en el cual comprendí tantas cosas.

-Mi nombre es José  Luis, y estoy conociendo el Pueblo, ¿me llama Ingeniero por esto? Y le señalaba el trípode con la cámara.

-¿Y que hace por este lugar? Me vuelve a preguntar.

-Vine a conocer historias. Respondo.

Sabe en el pueblo no tenemos gas y esperamos muy impacientes el gasoducto, algunas casas tienen gas en garrafa y otros  tenemos cocina a leña, y aunque estemos acostumbrados al frío, es muy duro. Y en estos días se corre la voz que están por llegar para medir los lugares por donde va a pasar el gas y como lo vi con eso pensaba que por aquí iría a pasar. ¿No es ingeniero usted?

  • ¡Vine a conocer historias! Respondí.

-Estoy tomando imágenes del pueblo, conociendo a la gente, mire: esta es mi cámara, pequeña, ¿no?

El hombre confundía esa pequeña cámara con un taquímetro, aquella herramienta que los topógrafos utilizan para medir las extensiones de un terreno.

Conversé unos minutos con el hombre, mientras su cigarro, cual reloj, iba marcando a la caída de las cenizas, el tiempo del encuentro.  Fueron unos pocos minutos en los que pude conocer sobre la ansiedad de la gente por la llegada del gasoducto y con ello muchas cosas. Con el gasoducto llegaría el trabajo y en consecuencia el pan en la mesa de las casas de muchos abrapampeños,

La tarde caía  con un sol que lentamente se ocultaba en los cerros del pueblo, y mientras las cenizas del cigarro caían al piso, los labios del hombre continuaban transmitiendo la vivencia de todo un pueblo: Gas, trabajo y pan.

El viento comenzaba a ser más frió, la noche se aproximaba, la gente apresuraba sus pasos para llegar a sus casas  y yo sentía que era el momento de despedirme.

Me despedí con un fuerte apretón de manos de aquel hombre con el cual converse unos minutos.

-Voy a estar dando vueltas por el pueblo por estos días, seguramente nos volveremos a ver.

– ¡Nos estaremos viendo entonces, Ingeniero! Disculpe amigo, siga tomando imágenes.

-No hay problemas Maestro. Todo el pueblo cree que soy Ingeniero, por que siempre me ve con mi camarita, ya comprendo. Nos vemos.

El hombre dio la última pitada a su cigarro, lo tiró a la polvorienta calle y entró a su casa, mientras comenzaba nuevamente con mi recorrido.

El frío se estaba sintiendo con más rigor, el sol destellaba sus últimos rayos. Mi cámara registraba las últimas imágenes del día y mi pensamiento reflexionaba.

Los jóvenes en la esquina de la estación de servicio, esperaban a los ingenieros para comenzar a trabajar en el gasoducto, esos jóvenes eran padres de familia desocupados en la espera ansiosa y preocupante por llevar un plato de comida a sus hogares, esos hombres eran jóvenes estudiantes  que sueñan con juntar un poco de dinero para viajar al sur, a la capital, para estudiar  buscando un mejor futuro, esos hombres esperaban.

Abra Pampa es un pequeño pueblo de la Puna Jujeña, en donde el gas es un sueño que muchas veces se convierte en pesadilla, porque la espera es cruel.

Por estos días han llegado los ingenieros, han llegado los taquímetros, han llegado las camionetas 4×4 buscando a los hombres ansiosos por trabajar. El gas bajará del norte, desde Bolivia, atravesará gran parte de la Puna Jujeña, sus pueblos y comunidades. Sin embargo se deberá pensar en garantizar el acceso a este servicio a todo aquel habitante que viva por estos lugares distantes, por que las carencias económicas de muchas familias será un condicionante de exclusión y en consecuencia el gas se convertirá en un privilegio y no en un derecho.

Muchas son las anécdotas  que llegan desde otros lugares que cuentan sobre la paradoja en la cual el gasoducto pasa por las puertas de muchos hogares, pero ninguno puede tenerlo. Ojala que por este lugar no pase lo mismo, el tiempo dirá.

Abra Pampa comienza a compartir la noche con una hermosa luna, con fríos vientos y en su seno se siente la ansiosa espera.

Regreso a casa de doña Dora, quien me espera con un café caliente y su pan casero, un café hecho en su cocina de leña y un pan horneado en su horno de barro. Me siento, miro la cocina y escucho el sonido del carbón consumiéndose. La noche definitivamente va a ser dura, el frío cala los huesos, las chapas del techo crujen. Miro los ojos de Dorita y pienso que en los ojos de ella, en la pregunta de aquel hombre con el cigarro en la mano, se encuentra el pedido de un pueblo por una mejor calidad de vida.

Allí están las respuestas, conociendo a la gente, sus historias, sus vivencias, sus carencias, su día a día aunque sea solo un instante.

Por un momento fui “El Ingeniero”, Un “ingeniero” conociendo y reconociendo el terreno de la vida de ese otro, que no es ni más ni menos, parte de mi existencia

José Luis Contreras
18 de julio del 2010

Jujuy
Argentina

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