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Toni Puig, el «guru» de las ciudades, 2 en 1

In Pasiones on 28 abril, 2010 at 12:06 PM

Hoy les acerco dos Entrevistas a Toni Puig, el español abrió la Cumbre 2010 en Argentina.

«Una ciudad con caca de perro es ideal»

Ahí, sentado en una mesa y vestido de turista, está el gurú. Es el español Toni Puig, un mito del urbanismo, el hombre que le cambió el rostro a Barcelona, que en 1979 inició el rediseño de una ciudad que estaba opaca y que hoy, con ese trozo de España convertido en la gran capital de Europa, es llamado el gurú de las ciudades. Desde hace años el gurú, un genio compacto, suele viajar por el mundo dictando sus pensamientos. Y por eso ha venido a Buenos Aires: será la estrella internacional de un seminario que se inicia hoy en el Centro Cultural Recoleta.


–¿Qué se siente ser el gurú?

–Estoy encantado, pero las ciudades no se cambian ni se piensan desde una persona. Se hace en equipo.

Cuenta que modernizó Barcelona con un equipo de gente democrática, muy intelectual, y así combatió al franquismo. Promovió un lema, despertó a la ciudadanía y decoró la ciudad para los Juegos Olímpicos de 1992. Más tarde la volteó, pues, como dice, la ciudad le daba el culo al mar, y dejó a Barcelona mirando de frente al Mediterráneo. Impuso otro lema. Barcelona se volvió la urbe vedette y así nació el gurú, Toni Puig, modernizador de capitales e inventor del concepto “marca ciudad”.

–¿Cómo se obtiene eso de marca ciudad?

–Una ciudad que se posicione, primero, entre los ciudadanos. Luego, siendo una ciudad en la que le gustaría vivir a los otros, lo cual trae la inmigración. La inmigración, esto por favor entre comillas, estropea una ciudad. Pero una ciudad que no acepta a los inmigrantes no es una ciudad de marca. Es una fortaleza, un castillo con murallas. Y después de esas cosas, si tienes gracia, llegan los inversionistas. Y, por último, si la ciudad tiene algún encanto natural, llega el turismo.

El gurú también recomienda que una ciudad evite la violencia porque una ciudad insegura es un campamento. Recomienda que los servicios básicos estén a diez minutos de casa y fomentar la educación a la cultura. También rompe bruscamente un viejo mito de la prolijidad: opina que la caca de los perros en las calles no implica una ciudad en ruinas.

–Al empezar a trabajar en Barcelona, ¿había mucha caca de perros en las calles?

–Menos que ahora. Es que cuando hay bonanza económica vienen los perros. Por eso, una ciudad que sólo tenga el problema de las cacas de perro, es una ciudad ideal para vivir.

–¿Podríamos decir que es un lujo tener caca de perros en la calle, Toni?

–Si duda– enfatiza el experto– si somos serios, en una ciudad que logre el bienestar podemos dejar que el perro se cague en la calle– Toni se concentra y enumera caos urbanos más trascendentes: los secuestros y los piquetes que cortan las calles. De pronto el gurú estaba hablando de Buenos Aires.

–Yo amo Buenos Aires. Es divina. Para mí es como Barcelona, pero en mejor.

–¿Por qué en mejor?

–Porque hay más vida, más contrastes, más creatividad. El único problema que tiene es que no sabe qué quiere ser cuando grande.

–¿Hablamos de una ciudad-niña, Toni?

–La ciudad ya es adulta, pero se hace la tonta. No quiere ver los problemas que tiene. Creo que hace falta proyectar la ciudad al futuro.

–Pero la ciudad sueña con ser una marca, ¿cómo llegar a eso?

–La riqueza de esta ciudad es increíble. Esto más que una ciudad es un mundo. Es como la Venecia del siglo XVI. Pero con la creatividad sólo se vive al día. Hay que proyectar. Y no se hace lo cual se debe, principalmente, a que el gobierno de estado no colabora con el gobierno de Macri porque es de un partido distinto. Y eso es indecente.

El gurú, además, es un legendario gestor intelectual. Fundó la revista Ajoblanco que, en su momento, reunió a los intelectuales de la época y llegó a vender cien mil ejemplares. Toni Puig hoy piensa que una revista de contracultura igual se puede hacer en democracia.

–¿Todavía, como dijo alguna vez, considera que la mitad de su corazón es porteño?

–Hombre, por supuesto que sí –aclaró justo antes de ponerse una chaqueta, acomodar todos sus colores, y salir a pasear por la ciudad como un incógnito gurú.

Fuente: Diario Critica

+ El guru de las ciudades

+ Otra entrevista (audio)

«Para mi Bs As está estancada»

Tony Puig se revuelve de risa cuando se le pregunta por su leyenda como «gurú urbano» y –por única vez– se detiene antes de soltar una de esas largas réplicas en las que –sin dejar de tirar del mismo hilo– repasa la historia de las ciudades de Occidente, cuenta retazos de su biografía e imita voces y necedades que ha oído en sus treinta años de trayectoria como asesor de planeamiento urbano de la municipalidad de Barcelona. Puig habla –de ahí, quizá, su fama– con el temple y la seguridad de un profeta sobre qué ciudades «van para adelante». Del mismo modo, cuando algo lo decepciona, se vuelve un tipo severo. Ahora, a punto de llegar a Buenos Aires para dictar el viernes y el sábado próximos dos conferencias, deja bien claro que la capital argentina ha perdido mucho espacio «porque ni siquiera tiene claro qué quiere ser de mayor».

En las dos entrevistas que tenemos –con un intervalo de casi dos años– Puig se presenta como el primer estudiante laico de una cátedra de teología en Barcelona, como el chico que experimentó con el LSD y los paraísos místicos, como el anarquista que desde la mítica revista Ajoblanco defendió la contracultura y lo raro en los últimos años del franquismo y, finalmente, como un retoño del mayo del 68 que busca bajo las baldosas flojas y repisadas «las ciudades que querría construir».

En 1980 usted pasó de armar una revista contracultural a colaborar con el ayuntamiento de Barcelona. ¿Qué sabía de rediseño urbano, entonces?

No tenía idea, yo era un creativo, creía en lo imposible. Cuando arranca nos encontramos con una Barcelona gris, tétrica, gente que se quería ir a París a ser francesa. Es cierto que era una Barcelona muy activa gracias a la fuerte lucha antifranquista, pero no conocíamos la democracia. Entonces pensamos un proyecto para abrir al mar la ciudad, reparar infraestructuras dañadas, hacer que los barrios tuvieran servicios. A los pocos años salió el proyecto estrella, pedir los Juegos Olímpicos del 92, cuando no había posibilidades porque éramos una ciudad de tercera. Esto, que era una locura, funcionó. Yo digo que la gestión es hacer cosas extraordinarias con gente ordinaria: gente que trabaja con pasión, sabe de política y que por ahí no sabe diseñar una ciudad pero tiene algunas ideas.

¿Pero cómo se financia eso?

Hasta entonces había métodos para reconstruir ciudades como Lisboa, París o San Petersburgo, después de catástrofes y con grandes ingenieros. Cuando nosotros teníamos todo en marcha vino la crisis del 82 y entonces, en lugar de grandes infraestructuras, empezamos a zurcir la ciudad: pequeñas plazas para que la gente vea cambios; comunicación, «Barcelona va adelante. Barcelona más que nunca». Al final, eso nos lo creíamos todos.

En sus conferencias plantea que una de las claves es dar con una idea o concepto de ciudad. ¿Esto se aplica a las grandes ciudades de la historia?

Sí, a todas. Atenas apostó por la democracia como valor; Venecia, por descubrir mundos y abrirse a ellos, y así terminó construyendo una ciudad que es un mundo; ¿Florencia qué hizo? Repensó todo el ideal del humanismo; París hizo suya la ilustración, fue la gran ciudad de la revolución e inventó la modernidad. En todas las grandes ciudades hay un tema.

¿Y qué idea cree que podría encarnar Buenos Aires?

Tenéis 200 años como país, os liberásteis y dijísteis «basta» de los españoles. Tenéis que volveros a plantear lo mismo en el Bicentenario. Buenos Aires para mí está estancada. Si la comparo con el entorno ha perdido fuerzas por no decidir qué quiere ser. Tiene grandes problemas, una ciudad no puede dejar que se interrumpa continuamente la circulación, por más razón que haya. Tampoco que se privaticen las veredas o las calles.

Además, los proyectos se asocian a la especulación inmobiliaria. La tendencia parece ser una ciudad de clases medias y altas con cinturones de pobreza.

Mira, ustedes deberían tener como referencia a Berlín y Medellín. Berlín porque es la ciudad más creativa de Europa y ha juntado dos ciudades increíblemente. El otro modelo –sé que lo anterior os gusta mucho porque es europeo– es Medellín. Es la ciudad donde había más asesinatos del mundo y hace unos seis años, Sergio Fajardo, el alcalde, se preguntó de dónde salía la miseria, de dónde la violencia, y detectó cinco barrios. La respuesta no fue más policía, no. ¿Sabes qué hizo? En cada uno montó una maravillosa biblioteca, fantásticas escuelas y centros donde la gente aprendiera a montarse negocios. ¿Sabes cuánto invirtió en educación y cultura? El 40% del presupuesto. ¿Sabes cuánto bajó la violencia en cuatro años? Un cuarenta por ciento por año. A lo mejor, Buenos Aires necesita para el Bicentenario ocho grandes bibliotecas en el Conurbano. Pero no bibliotequitas, grandes bibliotecas donde la gente pueda ir a estar, hacer teatro, pintar, leer o hacer cursos. Porque la gente tiene autoestima. Hoy, en esos barrios de Medellín, está orgullosa.

¿Cuál cree que debe ser el papel del Estado respecto a la financiación de museos?

Yo veo un regreso a lo público en la cultura. Desde la Segunda Guerra Mundial, y sobre todo de los 80, se apostó por el comercio cultural. Esto se acabó, es el fin del espectáculo, al menos con el dinero público. Yo le doy la bienvenida a las crisis porque obligan a replantear cosas. La abundancia es un «viva el espectáculo», el artista más caro, etcétera. Hoy el Guggenheim, como todos los museos del espectáculo, atraviesan una crisis increíble porque no plantean preguntas ni trazan respuestas. Hay una generacción de políticos y gestores culturales que apostaron a «lo más»: lo más grande, lo más novedoso, que están para el geriátrico. La isla de los museos de Berlín no tiene nada que ver con este derroche. Los limpian y los iluminan, pero no son centros de diseño-diseñalísimo que cuestan una fortuna. Lo que sí hacen es abrirlos a la noche, que los estudiantes puedan visitarlos todo el día.

¿Les ve futuro a las instituciones públicas que financian y apoyan la producción artística?

No, esto es cosa del pasado, ¿un fondo para que los artistas puedan crear haciendo más de lo mismo? Obama lo dijo, es hora de quitarse el polvo y reconstruir la cultura. A los artistas les ha importado un carajo la crisis económica, las del planeta y las desigualdades sociales. Sólo se hacen fotos en las catástrofes para darse corte, convirtiendo a los derechos humanos en una farsa. Ojo, yo amo a los artistas, pero siento que ahora no plantean los temas que preocupan al mundo de hoy. No importa cómo, que lo hagan en abstracto, en realista, en metafísico, pero que lo hagan.

Fuente: Revista Ñ

  1. Hey interesante la entrada, sabia de un Gurú que rediseño barcelona mas no sabia el nombre, grx por comentar en mi Blog… Saludos

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