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Posts Tagged ‘Crónica’

La Guajira y los intensos pueblitos colombianos

In Exclusivos, Jorge on 25 febrero, 2011 at 9:29 AM

Santiago Jorge es Columnista permanente de este Blog, y por eso comparte con nosotros las anotaciones de su viaje. En 2011 partió para Colombia y otro de sus post. Leer anteriores.

Me estaba cansando de la rutina, de tener todo organizado y de recorrer lo mismo que la mayoría de los argentinos que crucé. Fue un punto de inflexión en el viaje, decidí ir a un lugar del que no supiera nada, que nadie me lo haya recomendado y que nunca estuvo en los planes.

Me sumé a unas colombianas que amablemente me invitaron a pasar 4 días en el departamento de La Guajira; la hoja de ruta incluía: Riohacha, Manaure y Cabo de la Vela.

En el camino a Riohacha lo primero que se me vino a la cabeza fue el nombre de Gabriel García Márquez, es que éste siempre nombra en sus cuentos a alguna mulata caderona, personaje estrafalario o gitano proveniente de allí. Pensábamos hacer trasbordo y quedarnos solo 6 horas, terminamos pasando 2 noches.

Es un pueblo bajo, no hay muchos edificios, su calle principal es la Nº 1 que tiene solo 20 cuadras que bordean al mar, en ella se concentran toda la actividad de la ciudad: restaurantes, confiterías, puestos de turismo y discotecas. Aquí no hay hostels para viajeros, hay pocos hoteles y se ven pocos turistas (donde nos alojamos éramos los únicos huéspedes), ya que la mayor parte de éstos pasa por Riohacha para salir en camioneta al Cabo de la Vela.

No obstante el poco movimiento, esta ciudad sabe tratar al extranjero, toda la gente es cálida, su máximo orgullo es que el foráneo no se sienta como tal.

Vale la pena contar una de las tantas cosa que sucedieron: con mi amiga a las seis de la mañana buscábamos un baño para ella, alguien nos vio preguntando, se acercó, camino una cuadra con nosotros y abrió su ¡Boliche! ya cerrado para prestarnos el baño.

Caminar por sus calles de punta a punta, tomar jugo de mango con la sola compañía de las señoras que lo venden, y por las noches comer cocktales de camarón con cerveza de parado en la playa fueron de lo mejor de mis días en Colombia. En Riohacha no hay nada para ver, y ese es su encanto, para enamorarse de un lugar no hacen falta que estén las siete maravillas.

Seguimos a Manaure, zona donde habita la comunidad indígena Wayuu; es la capital salífera del país, de donde se extrae el 60% de la sal que se consume en Colombia. Un lugar de novela donde se ven montañas de la sal más pura (que parecen glaciares) y a 20 metros el mar caribe con su color particular.

Aquí se repite la historia de siempre, un wayupe me explicó lo que me imaginaba: los indígenas extraen y trabajan el mineral en jornadas de hasta 11 horas, a cambio de un salario exiguo; la empresa que explota estas tierras esta en manos de capitales extranjeros, y las regalías que se recibe a cambio son un chiste. ¿Te suena?

Terminamos en Cabo de la Vela, un desierto al que solo se llega en 4×4 y pagando una bolsa grande de caramelos de peaje, ¿Cómo es esto? El camino es complicado, arenoso y con mucho barro, en el medio de la nada, te topas con una soga a un metro de altura que te impide el paso, quien amarra estas cuerdas es un niño o niña que nunca tienen mas de 12 años, si no le convidas caramelos (y bastantes) no te abren paso. A estos chicos se les llama “pelaos”, nos cruzamos a mas de 10. No es realismo mágico, lo vi con mis propios ojos.

El Cabo es un rancherio, no hay luz, ni agua ni camas, solo hamacas para dormir y una cantina para comer, para bañarte podes comprar por un dólar un balde de agua de río y con el hacer lo que se pueda. Los originarios reciben a quienes se animan a llegar allí, ellos cocinan, atienden y explotan esta playa cristalina y tierras que les pertenecen; sus costumbres y tradiciones se respetan a rajatabla y también las explican en español, ya que entre ellos hablan su dialecto.

Aunque me dolió dejar a mis compañeros de viaje atrás, la experiencia de La Guajira no la olvido más, recorrer pueblitos en camioneta con gente colombiana, conocer esos lugares que nunca estuvieron en mis planes y ser tratado como fui, me hacen pensar que conocí el país que vine a visitar. Me quedan pocos días pero estos fueron de los más intensos.

Leer crónicas anteriores.

Recorriendo Colombia: Bogotá

In AguaSuaves, Exclusivos, Jorge on 27 enero, 2011 at 7:44 AM

Santiago Jorge es Columnista permanente de este Blog, y por eso comparte con nosotros sus anotaciones de su viaje. El veranos pasado estuvo recorriendo Perú, Ecuador y varios rincones mas (foto). En 2011 partió para Colombia y acá su segundo post. Leer el primero.

Viajamos a Bogotá vía tierra, cruzamos la selva colombiana y subimos a 2.800 mts. de altura; el servicio de colectivos es muy subdesarrollado y los viajes con alta peligrosidad. Cuando llegamos nos dimos con la primera sorpresa, aquí todo el año hace frío, no hay estaciones siempre es igual: si hay sol 20 º, si esta nublado o lluvia de 12 a 15º, y de noche pase lo que pase la temperatura baja a los 8 grados. No vinimos preparados para estos fríos.

Si Medellín nos pareció moderna, cosmopolita y comercial; Bogotá es muy distinta: universitaria, cultural y muy política. Tiene mucha historia y museos, en los cafés y graffitis se percibe una conciencia política social.

Nos hospedamos en el antiguo barrio La Candelaria, casco historico de la ciudad, son todas casas coloniales y pintadas con distintos colores. Por momentos al caminar se parece mucho a La Boca ó San Telmo. Es en este lugar donde se filmó la famosa pelicula «La estrategia del caracol». Allí la oferta cultural es amplia y recomendable, visitamos el Museo del Oro (el mas grande de sudamerica) la Casa de la Moneda (donde el virreinato de Nueva Granada acuñaba su moneda) el Museo Botero y el Museo de Bogotá; todo en un radio de 15 cuadras.


Las zonas colindantes a La candelaria son Barrio Germania (se llega caminando) donde se encuentra la quinta de Bolivar, un inmueble impresionante que el primer gobierno patrio le entregó al Libertador como recompensa, y donde éste pasó sus ultimos dias antes de partir a Santa Marta para nunca mas volver. La quinta esta restaurada y armada como museo, se pueden ver objetos personales y ajuares.

En el centro político del pais, se encuentra la plaza Simon Bolivar (una especie de plaza de mayo) donde se encuentran concentrados y uno alado de otro: El Palacio Presidencial, el Congreso Colombiano, el Palacio de Justicia, el regimiento de infantería Nº 1 y la Catedral. Aunque poco se de arquitectura, es impactante ver esas construcciones.

Sobre la seguridad, durante el día las zonas mencionadas estan fuertemente custodiadas con mucha presencia policial, todo lo contrario a la noche, que nos recomendaron no caminar ya que es muy peligroso, por primera vez nos movimos en taxi.

La movida noctura se encuentra en la zona rosa, que es para gente de alto nivel adquisitivo. Allí se encuentra Andrés Carne de Res, no hay nadie que no te lo recomiende y hable de él, todo el que visita Colombia sabe de lo que hablo. Aunque es muy costoso, vale realmente la pena pasar una noche ahí, son 4 pisos de restaurante, barras, música en vivo y en el último nivel una pista para rumbear. La atención, la comida y la ambientación son excelentes. Imposible no recomendarlo.

Desde que arribé me llamó mucho la atención el nombre del aeropuerto, «El Dorado», caminando la ciudad noté que así mismo se llaman distintos bares, zapaterias, hoteles y boliches. Pregunté a la gente del lugar, algunos no me supieron contestar y otros me lo explicaron así:

El Dorado es un indio que se bañaba en oro, con el paso del tiempo se convirtió en un mito. Luego, mientras los colonizadores se encargaban de asesinar para saquear todo el oro posible, los indígenas engañaban a los españoles contandoles de un lago lleno de oro puro y fundido (que no existía) donde se bañaba aquel cacique; así perdian el tiempo en búsqueda de ese paraíso inexistente. Por un momento la presa se reía del depredador.

Nos vamos de Bogotá sabiendo que conocimos una capital del mundo con todos sus condimentos de gran urbe. Se termina la montaña, viajamos para la costa.

+ Leer post anterior


Leila Guerriero, el exquisito periodismo en crónica

In Paladar mostaza on 20 octubre, 2010 at 9:11 AM

Leila Guerriero, acaba de finalizar una visita a Zimbabue (país al que muy pocos periodistas extranjeros pueden acceder) para un reportaje sobre niños huérfanos de SIDA encargado por El País Semanal, ganó el premio FNPI y desde siempre decidió ir acompañada de un libro al destino que fuera. Argentina, cronista y con un talento particular para observar y describir.

Leila Guerriero nació en Junín, provincia de Buenos Aires, «no estudié periodismo, pero soy periodista desde 1991, cuando, por un azar que unió a un editor curioso con una joven más o menos insolente, publiqué mi primer texto en el diario Página/12″. Integró por tres años la redacción de aquel revolucionario diario, en donde se destacaban jóvenes como Rodrigo Fresán, Martín CaparrósJorge Lanata.

«Yo sigo creyendo que el periodismo es un oficio que se puede aprender estando en una redacción, haciéndolo. ¡Esto es periodismo, no es física cuántica!», y agrega que «los grandes periodistas que leemos todos -Gay Talese, Capote, Susan Orlean– son personas que no estudiaron periodismo y enseñaron con su oficio, escribiendo cosas maravillosas.»

Escribió en diferentes publicaciones de Argentina, España, México, Chile, Colombia, publicó sus crónicas bajo un sello editorial, actualmente, desde Buenos Aires, Leila edita la revista Gatopardo, imparte talleres periodísticos a alumnos que vienen de muchas partes de América Latina y editó un libro al menos desconcertante.

«Lo que me interesa son las historias y si tengo que cruzar todo el país para encontrarlas, lo hago» y justamente eso sucedió en Los Suicidas del Fin del Mundo, la crónica escalofriante de una epidemia de suicidios cuyas víctimas son los jóvenes de la Patagonia. Gran relato que dista en tiempo aunque ganó en calidad de aquél primero que Lanata le publicó sin conocerla hace ya un par de décadas.

«Era un relato que se llamaba Kilómetro Cero. Lo envié a Página 12, y sin tener ningún contacto se le dejé a Jorge Lanata, un periodista muy conocido en Argentina. Creí que no lo iba a leer nadie. Al poco tiempo, me llamó para ofrecerme un trabajo en una revista mensual de Página 12, que dirigía Martín Caparrós. Nunca he trabajado en un diario, sólo en revistas. De hecho, antes de trabajar en un diario, monto una ferretería».

Confía que el trabajo cuando es bueno se sostiene solo pues un buen texto siempre encontrará un buen editor que lo publique, «un buen editor es eso: un tipo que está buscando, un gran curioso que siente un sobresalto muy feliz cuando descubre algo que no esperaba», asegura Guerriero.

Ultimamente, Guerriero ganó el premio Nuevo Periodismo que otorga la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) que fundó Gabriel García Márquez, con el reportaje El rastro en los huesos publicado en abril de 2008. «Fueron tres meses de producción y quince días de escritura dolorosa», cuenta.

«No la paso bien, casi nunca, pero en particular con ésta la pasé mal, porque tenía mucho material y me había pasado algo que no me suele pasar con los entrevistados: sentía una cercanía muy especial con el tema y con la gente. No me hice amiga, por supuesto, pero sentía que el trabajo de ellos tenía muchos puntos de contacto con el mío, salvando las distancias, claro: esto de estar observando, reconstruir una historia».

Cuando se le pregunta sobre la crónica y su importancia como género, se concuerda que es necesario espacio para historias que puedan desarrollarse en más de 10 mil caracteres, «me parece que los empresarios de los medios creen en esa especie de cosa de que los lectores ya no leen. Yo no creo eso, me parece que hay una falta de fe en los dueños de los medios. No sé si en los editores. Y eso es difícil de vencer».

Como miembro de la FNPI la cronista argentina viaja por América Latina brindando talleres de periodismo, en los que asegura que no brinda consejos sino que repite que «lo esencial es no perder la curiosidad. Te pueden fallar las notas, la grabadora, etc. Pero la curiosidad no puede faltarte. Si una persona siente que le estás atendiendo al cien por cien, a pesar de que tú puedas estar viviendo una tragedia, esa persona se abre porque recibe tu respeto por ella y por tu trabajo con toda tu concentración en ella».

Sin dudar recomienda todos los libros de quien considera su maestro: CaparrósLa Guerra ModernaEl Interior, o Una LunaLos Periodistas Literarios, de Norman Sims, que recoge una serie de crónicas de varias autores. Y también A Sangre Fría.

Lea el texto ganador «El rastro en los huesos«

+ Lea Los Suicidas del Fin del Mundo

+ Entrevista radial a Leila Guerriero

Fuente: FNPI, Caratula, Gatopardo, Pág/12

Crónica de una emoción inesperada

In AguaSuaves on 26 May, 2010 at 8:10 AM

Por Mariano Blumenfeld


El Sábado 22 había empezado gris. Muy gris. Sin embargo, yo tenía motivos para estar muy contento: estaba recibiendo visitas que venían desde Córdoba, aprovechando el fin de semana largo, y a quienes había visto por última vez dos meses atrás.

Los festejos por el bicentenario de la Revolución de Mayo, eran para mí, hasta ese momento, algo simplemente anecdótico, algo más que sucedería entre todos los eventos y actividades que normalmente ofrecen esta gran ciudad que es Buenos Aires.

Sin embargo, mientras esperaba que mis visitas se registraran en su hotel, ubicado en un pasaje pedregoso cercano a Puerto Madero, escuché el típico sonido que hacen los caballos caminando sobre el asfalto. Pero semejante ruido no se correspondía con el de un simple caballo, era algo mucho más fuerte, más potente. Así fue como corrí los 30 metros que me separaban con el lugar desde provenían esos sonidos, y me encontré con una postal en movimiento.

Cientos de Granaderos vestidos de gala, montando sus magníficos caballos, se dirjían a paso lento hacia el Paseo del Bicentenario, donde luego debían desfilar.

Esa imagen fue suficiente para despertar en mi interior esa “llamita” de argentinidad que tenía dormida. No lo pensé más, y en ese momento decidí que lo primero que haría en el día con mis visitas, sería ir a visitar el paseo del que tanto se hablaba.

Lo primero que me llamó la atención, fue tamaño del escenario principal, montado frente al obelisco. Una estructura imponente daba comienzo a un Paseo que prometía emocionar profundamente a sus visitantes. Y vaya si lo hizo!

Ya era mediodía, y sobre la Av. 9 de Julio se veían trabajadores verificando los últimos detalles en todos los stands de las provincias, que serían abiertos minutos después para los visitantes.

Mientras tanto, muchísima gente se iba apostando sobre las vallas colocadas a lo largo de la avenida, para poder presenciar el desfile histórico militar que abriría los festejos del día.

Y de pronto, pasadas las 13 hs, con los acordes de nuestro himno nacional, comenzó el gran desfile, que fue encabezado por las delegaciones militares de Brasil, Chile, Ecuador y Venezuela, ataviados en sus trajes típicos.

Atrás de ellos, a paso lento pero firme y enarbolando nuestra hermosa bandera, comenzaron a pasar entonces los miembros de nuestras fuerzas militares. Era muy emocionante escuchar “Argentina, Argentina” mientras pasaba cada uno de los grupos que representaban a unidades históricas y efectivos de las fuerzas de seguridad con que cuenta nuestro País.

Uno de los grupos que más me emocionó al pasar, y que recibió los aplausos y lágrimas de toda la gente, fue el de los ex combatientes de Malvinas, que desfilaron sonrientes ante su pueblo, llevando una hermosa bandera Argentina.

Las 2 horas que duró el desfile, fueron suficientes para despertar en todos quienes pudimos estar ahí, esos sentimientos de unidad, de pertenencia, en fin, de argentinidad, que solemos olvidar en el día a día.

Como escribió mi amiga Paula en Facebook: Feliz aniversario mi Patria querida. Mas te conozco (con errores y aciertos) y mas te quiero!!!

+ Este Bicentenario si lo hicimos entre todos

La Perla es el barrio

In AguaSuaves, Rudy on 7 May, 2010 at 12:41 PM

Por Pamela Rudy

Estoy aquí para contarles algo sobre la música urbana y “la vida en el barrio” o una cosa por el estilo.

Empiezo el texto sin estar segura de lo que voy a escribir y me da un poco miedo contar algo que pueda ofender. Yo no quiero problemas. Sepan disculpar boricuas si mis palabras están sobrantes. Esto es a pedido de un gran amigo que me dijo “redactá ya lo que me acabas de contar” y por él lo hago con mucho placer. Escribo estas líneas desde mi humilde puesto de turista/ciudadana (no de ley) que hace casi dos meses esta merodeando una cultura rica y ambigua, plagada de códigos como creo que solía suceder hace décadas en nuestro país.

Aclaremos antes que nada, para quienes no están al tanto, que escribo desde Puerto Rico, un “país libre asociado a los Estados Unidos”, título por demás interesante para una isla cuya moneda, sistema migratorio, líneas aéreas, servicios públicos, empresas privadas, idioma y política se encuentran “integrados libremente” dentro del sistema americano.

Más de un turista pregunta a menudo cual es el presidente de Puerto Rico y no es una duda grata para aquellos boricuas que desde pequeños aprendieron a ver a su país como una cultura dominada a la que se sigue explotando. “Respondemos a Obama”, suele escucharse a regañadientes, si no es que suena un silencio de indignación. ¿Por qué un país libre no puede elegir a su propio presidente? Sólo el imperio conoce la respuesta y ya me estoy yendo del tema.

San Juan es el parte más antigua de la isla. En la época colonial ésta área se llamaba Puerto Rico y el país San Juan, pero como los barcos españoles partían específicamente a esta zona portuaria, los nombres se invirtieron al modo actual. Por aquellas épocas España construyó dos fuertes de guerra sobre las costas sanjuaninas. Estas enormes construcciones protegían a la ciudad de los ataques extranjeros con gran efectividad. A pocos metros cuesta arriba por encima de estos “morros”, se encontraban las elegantes y lujosas residencias de los colonos y demás gente poderosa de la época.

Ustedes se preguntarán ¿Quién salía a poner el pecho cuando alguien atacaba las costas? ¿Eran los dueños de estas hermosas residencias? Claro que no. Una distancia de aproximadamente trescientos metros separa un fuerte del otro. Allí abajo, sobre el mismo nivel del mar, vivía la servidumbre, los obreros, la clase baja, apartada del resto de la sociedad al azote de la marea y de la guerra. Todo era lógico: abajo los pobres, arriba los ricos.

Sepan disculpar mi pequeña reseña histórica, pero sucede que hoy en día las cosas no han cambiado mucho. San Juan es puerto de cruceros que arriban todos los santos días repletos de turistas hambrientos. Sus residencias siguen siendo las más costosas del mercado, en sus plazas hay enormes esculturas homenajeando a los próceres de la isla (no, no son esos humildes trabajadores que murieron luchando) y ahí mismo, donde vivían los desplazados de la sociedad, hoy se encuentra La Perla.

Algunos lo llaman barrio, otros dicen que es un caserío. Lo cierto es que la gente que nace allí arrastra una identidad hace más de doscientos años, una forma de ver a su cultura que poco tiene que ver con la (con)fusión que trajo el sistema estadounidense a la isla. Ahí abajo siguen estando los trabajadores humildes, los apartados, ahora en convivencia con gánsteres y una serie de pandillas que controlan la zona.

Nadie se mete con La Perla, ni siquiera la policía. Todos están al tanto de que allí se venden drogas y que los ajustes de cuenta son moneda corriente, pero la justicia del barrio hoy parece tener más eficacia que la federal. Basta con conocer a las personas indicadas y mostrar respeto ante todo.

Ese es mi caso. Como soy extranjera y mis rasgos físicos no me ayudan, comencé a bajar al barrio acompañada de gente “habilitada”. Siempre que apareció la oportunidad de dialogar con alguien residente, me mostré calma y aclararé que soy de un país bien del sur, más de lo que ellos imaginan, y que estoy trabajando al servicio de “blanquitos” a cambio de muy pocos “chavos”. Y al parecer eso funciona. Una vez un personaje se acercó y me dijo: “si alguna vez alguien te roba o te hace algo, tú me avisas. Tus cosas aparecerán en la puerta de tu casa y quien te las robó desaparece, eso es fácil”. Todo esto por haberle convidado un cigarrillo con una mirada austera (diferente a la del turista que todo lo sonríe) y eso al parecer le agradó. Así se van moviendo las cosas. Uno de los lugares más peligrosos del país puede ser también uno de los más seguros. Como dije antes, respeto ante todo.

También me atreví a salir con un ex gánster, actualmente músico bien reconocido, y les aseguro que cuando estaba con él o en su ausencia mencionaba que estábamos saliendo, nadie me miraba ni los talones y se iban alejando lentamente, como evitando problemas. Así mismo, este chico sabía absolutamente todo lo que yo hacía y eso sinceramente llegó a asustarme bastante: “ayer fuiste a cenar a Sofía y pediste una pizza con agua mineral. Después pasaste por Niuyoricans Café a saludar, no te quisiste quedar porque había mucha gente, caminaste hasta tu casa y antes de subir te tomaste una piña colada sin alcohol en el Café Guarniex”. Imaginate.

En La Perla se criaron algunos de los grandes raperos que hoy suenan en la radio, bien nutridos de los códigos del barrio. Si Tego Calderón canta “los maté, pero no fue mala fe, hice lo que tenía que hacer” o “no tiren contra mí, qué saben, si ninguno de ustedes ha matao veinte” les aseguro que no hay motivos para creer que su lírica es pura fantasía ficticia y comercial.

Como ya sabemos, el hip hop nace en los barrios y sólo de allí sale su valoración. Por lo menos en Puerto Rico se respeta sólo al cantante cuyas letras se fundan en su historia y por la audacia de las mismas son personas intocables. Ellos tienen el derecho a la palabra y a la representación del barrio. En Argentina se juzga a los músicos cuando se hacen comerciales. Aquí se los entierra cuando hablan de lo que no conocen ni deben.

Los raperos de “letras genéricas”, que suben al podio desde arriba, aquí son arremetidos a muerte por todo el resto que la viene peleando. Por más comerciales que sean, no tienen el respeto de la gente y eso los convierte en profetas sólo en tierra ajena. Mencionar a Daddy Yankee, Wisin&Yandel o PDD es hablar de muñequitos de torta sin estilo propio, a los que a nadie le interesa escuchar. No se trata de “quién vende más discos”, sino de “quién es más real”.

Una de mis conclusiones es que en esta isla el hip hop, el rap, las rimas, siguen existiendo como modo de enfrentar a dos personas y ver quién es el que domina mejor el alfabeto. Siguen sucediendo los combates al estilo Bronx. Cantantes dedican producciones enteras arremetiendo contra sus oponentes y eso los consagra. Si no estás dispuesto a pelear, si tiraste contra alguien y ahora te arrepentís, no pidas perdón: lo mejor sería que no te metas con estos ritmos y comiences a pensar en dedicarte al pop o a la bachata.

Personalmente, aplaudo que las cosas se den así. Es parte de mantener la identidad de la música, que es un reflejo de lo que le pasa al pueblo. En Argentina la cuestión es diferente. Como dice mi amigo George, “los pibes caminan por la Nuñez  (Córdoba) como si estuvieran en el Bronx”. De todos modos no me asusto. Nosotros no tenemos hip hop, pero si creamos otros estilos que reflejaron nuestras historias con raíz y criterio para hacerlo.

Supongo que en los comienzos del tango, se valoraba a los músicos por su arrabal y por la identidad de su canto, bien porteño, de bares, de putas. Y entiendo que fue por eso que se criticó y fustigó tanto a Astor Piazzolla (a quien se comenzó a valorar en Argentina en épocas modernas): muchos no lo consideraban tanguero por la influencia europea jazzística de sus obras. La identidad del tango es muy fuerte. Creo que esa es la razón por la cual no se sigue produciendo como tal, sino más vale reproduciendo. No nos atrevemos a recitar letras que se desubiquen en el espacio temporal original del dos por cuatro. Nos hemos comportado respetuosamente al respecto.

También me quedo tranquila porque nuestro país es un gran productor de cumbia, aunque usted no lo crea. Y no es la cumbia colombiana trágicamente deformada; es una cumbia nueva, tan pesada como quienes se atreven a cantarla en un escenario. Nace en la villa y ahí se queda.
Señores: a los barrios, respeto y a la música, libertad. Salú.

+ Calle 13 – «Querido FBI» por la muerte de Filiberto Ojeda, un militante de independencia boricua

+ Video de Tego Calderón hecho enteramente en La Perla

+ Mas salsa que tu, una banda nueva, con su video arremetedorrrrrr «ten cuidao»

+ Esto es interesante: son dos raperos que arremeten contra arcangel, la competencia que esta por sacar un disco y hablo mal de ellos, el final es bueno y estas situaciones son muy comunes