Nuestras posiciones a diario están en debate. Seguramente, en la ciudad que vivas existe un medio de comunicación dominante que intenta a diario implantarte un mensaje y a su vez otro grupo de medios o bien el gobierno de tu lugar, también insiste con lo mismo. La batalla discursiva en los ámbitos sociales no es novedad, mucho menos en política. Pero esto no implica que no debamos prestar atención a como se ha ido modificando el escenario con la aparición de internet y las redes sociales por ejemplo.
Los medios y el gobierno intentan influir en la agenda y en vos. En esa disputa que cada vez desconoce más la ética y la responsabilidad, nosotros los usuarios quedamos en el medio. Mucho peor aún si sos comunicador, periodista o trabajas en un medio: los mismos bandos intentan categorizarte para su vereda o el lado contrario, para rápidamente detectar alguna variación en tu opinión y poder tildarte de traidor; la otra opción es que pases a ser un «enemigo». No me asustan las categorías porque los condenados (y a veces hasta los propios verdugos) sabemos del vacío conceptual que muchas veces estas llevan en sí. Lo que me alarma cada vez más es la soltura con la que podemos ser llevados y traídos y lo que es más grave aún: ¿No hay lugar para posiciones sin fanatismos, pensantes y medidas?
¿En qué momento confundimos el sano «estar de acuerdo con algunas cosas y con otras no» con algo dañino como el «ser tibio». Este último no se interesa, «no le calienta» ni saber mas ni mejor. No tiene argumentos, pero una persona que se para equidistante a la trinchera de los medios y la vereda de un gobierno tiene otras armas. En ese contexto es que además los simples mortales hemos accedido a un megáfono. Estamos en las redes sociales y allí también tendremos que defender nuestra posición y defendernos de los extremistas. Ser coherentes será necesario, pero otra duda es ¿somos capaces de llevar nuestras banderas del mundo online al offline?.
@canquismith en su nota La “re-evolución” que no (es) fue trae un buen disparador para esta parte del debate.
Pensando y tratando de buscarle alguna respuesta a la diferencia sustancial que existe entre cómo nos expresamos en las Redes Sociales contra un sistema y luego en la vida real no se ve plasmado de igual manera, encontré una posible respuesta en el prólogo del libro “Mundo Twitter” de José Luis Orihuela, escrito por Alejandro Piscitelli.
Una doble vida: Digital vs. Real
Más allá de cómo nos comportemos en internet, en la vida “offline” tenemos otro modo de reaccionar. Este doble discurso constante que se viene gestando desde hace unos años (con la masificación de las redes sociales y la apertura de los medios a la participación activa del usuario) todavía está en plena evolución y no pasa más de un simple descargo mediante un comentario o en un grupo de Facebook. No quiero resumir todo esto a un simple concepto de “hipocresía”.
En un momento el sociólogo Gladwell, se indigna con el reduccionismo tecnológico de algunos analistas, que insisten en que los medios sociales estarían reinventando el activismo político. La verdad es que esta premisa (hoy) no es absoluta, pero tampoco se le podría negar a las redes digitales el poder que han adquirido, o la manera en la que han potenciado la comunicación. Para Gladwell decir que plataformas sociales como Facebook y Twitter planteen un activismo político de alto riesgo, siendo que los lazos los unen son débiles, le parece muy difícil. Somos amigos, los seguimos, nos siguen, pero no forman parte de nuestro círculo práctico y físico. No son amigos, si no conocidos.
¿Hasta donde estamos dispuestos a llegar hoy?
En mi ciudad hace unos días, los trabajadores de transporte llevaron adelante un reclamo salarial durante tres días, ocasionando el descontento de gran parte de los usuarios del servicio. Claro está que quedará pendiente un análisis acerca de cuán comprensibles somos los propios miembros de nuestra comunidad con los pares, pero volvamos al foco. En un caso como este, los usuarios deciden «sublevarse mediante Facebook» generando un Grupo para un «Paro de usuarios«, se agregan mas 13 mil voluntades virtuales y el día pactado, no más de 10 pasajeros llevan la premisa a la realidad. ¿Por que no materializamos el reclamo? ¿Por que no pudo haber indignados en mi ciudad?
Mucho puede haber de incoherencia ideológica, de conservadurismo, de temor, de equivocación en la estrategia de un reclamo. Pero sobre todas las cosas deberíamos preguntarnos si ¿estamos dispuestos a ser tan activistas en la vida real como en un timeline? ¿Votamos con la misma consciencia que tweeteamos? ¿Nos movilizamos con la misma efectividad con la que entramos a un grupo en Facebook? El Medio puede hacer mucho, el Gobierno puede pretender otro tanto y la plataforma permitir algo, pero la verdad es que ninguna de estas cuestiones parecen ser suficientes para movilizarnos. Ni de nuestros argumentos ni por ellos.
Fuente Foto: afinidades.org